Turandot

Verismo:  Le noze di Figaro

                         

Turandot.

Giacomo Puccini.

Título tan genial como controvertido y anguloso, una especie de fósil de otro tiempo, coloreado por iridiscencias y filtraciones de su presente, un encuentro fascinante entre pasado y modernidad que nos lleva a una China remota donde lo ritual y lo atávico se mezclan con lo brutal y lo implacable; todo ello, protagonizado por una mujer fuerte e inquebrantable, sin miedo a la muerte, la tortura ni la violencia pero con mucho, mucho miedo al amor...

...ella es Turandot.

Turandot, de Giacomo Puccini, es una ópera escrita entre 1919 y 1924 e inspirada en un relato, cuyas raíces son antiquísimas, y que se materializa en occidente en una tragicomedia escrita por Carlo Gozzi en 1762.  Narra la historia de una princesa, ‘hija de Turán’ en persa, que se niega la posibilidad de amar por la tortura que sufrióo su abuela a manos de un príncipe extranjero por lo que, para posponer el terrible momento, propone a sus pretendientes tres enigmas y, si los adivinan, se entregará a ellos pero, de lo contrario, serán decapitados.  Muchos han muerto ya, el último de ellos, un príncipe persa, será decapitado al comenzar la ópera.

De este modo, esa China milenaria, con ritos crueles, gobernados por un emperador y su hija es el escenario de entrada de la ópera.  Tenemos un espectacular cuadro colectivo en el que, en pocos minutos de ópera, se insertan dramáticamente, dos visiones de esa misma realidad:

  Por un lado, el heraldo del emperador que se dirige al pueblo de Pekín para decirle que, Turandot, la pura, será la esposa de aquel que, siendo de sangre real, resuelva los tres enigmas que ella propondrá pero, el que resulte vencido, ofrecerá al hacha su cabeza.

         Y, acto seguido, Puccini, como si fuese un director de cine, cambia de plano y de escena y nos sitúa entre una multitud que marcha por una ciudad dominada por los guardias, una multitud que pide piedad y unos guardias inflexibles que los llaman “perros”.  Entre aquella multitud, destacan tres personajes clave que van a surgir de ella: Calaf, que encuentra a su padre, Timur, rey tártaro destronado y maltratado, acompañado por Liú (‘esclava’ en italiano) que no ha abandonado al rey y aún lo cuida.

 

CALAF

E perchè tanta angoscia

hai diviso?

LIÙ

Perchè un dì... nella reggia, mi hai sorriso.

Y así arranca una historia crucial y que está entretejida en medio de esa colectividad que preside este arranque.

¿Cómo consigue Puccini dar forma musicalmente a todo esto?. Con dos escenas, dos sonoridades, contrastantes:

 El heraldo mandarín, envuelto en una sonoridad altamente disonante para la que Puccini no escatima procedimientos modernistas; se escucharán “unísonos” iniciales que despliegan un tono melódico muy disonante (lo que, habitualmente, se denomina “el motivo de la ejecución”) mientras lo siguen unos acordes en la orquesta que son como latigazos ásperos y disonantes; son, de hecho, “poliacordes”(acordes que reúnen dos tonalidades distintas simultáneamente, lo que genera mucha disonancia.  Los acordes continúan como parte de la declaración del mandarín al pueblo de Pekín, una declaración muy autoritaria a la que se va a unir el xilófono con gestos melódicos que, de inmediato, dan un color oriental. Con todo esto, tenemos desplegado ese primer mundo disonante, símbolo de esa China remota a la que viajamos.

La segunda escena está en un idioma distinto, un idioma “diatónico romántico” podría decirse, un idioma musical en el que, en seguida, reconocemos a Puccini “se despliega un tono melódico de amplio fraseo que caracteriza ese encuentro fortuito entre Calaf, su padre y la esclava Liú y que se extiende por la orquesta mientras ellos dialogan.  Es un tema “legato” y muy expresivo, muy fácil de reconocer que acabará con el canto de Liú, que es otro mundo sonoro en sí mismo, una música que aspira a una suprema sublimación desde esa primera respuesta que da a Calaf

«Ayudo a tu padre porque, un día, en palacio, me sonreísteis»

«Perchè un dì nella reggia, mi hai sorriso»


La sed de sangre del pueblo no cesa y Puccini lo dibuja en un estilo bárbaro que recuerda mucho el estilo primitivista de Stravinsi o de Prokófiev, y que explica que en donde reina Turandot nunca falta trabajo para el verdugo y suena este tema seco y exaltado que refleja a una Turandot ejecutora.

Pronto se verá que el pueblo de Pekín no sólo es bárbaro sino que también es cautivadoramente misterioso, todo cambia cuando el pueblo mira hacia el cielo en la primera caída de la noche y todos se preguntan

¿Por qué tarda la luna?  Perchè tarda la luna?

e invocan su salida con este coro:

  

TUTTI

Ecco laggiù un barlume...

... dilaga in cielo...

... la sua luce smorta!

Pu-Tin-Pao! La luna è sorta!

Pu-Tin-Pao, ecc.

BAMBINI

Là sui monti dell'Est

la cicogna cantò.

Ma l'april non rifiorì,

ma la neve non sgelò.

Dal deserto al mar non odi tu

mille voci sospirar:

"Principessa, scendi a me!

Tutto fiorirà, tutto splenderà!"

Ah!


Esta atmósfera de ensoñación nos envuelve en una fusión entre el color oriental y el tratamiento de la armonía y de la tímbrica propio de la música francesa de factura impresionista.  Se ve cómo Puccini, para identificar escenarios, personas y situaciones, continúa trabajando con colores sonoros contrastantes. Va avanzando la noche y el coro llegará al clímax en el momento que asoma la luna y, de lejos, nos llega entonces el canto de un coro de niños que entona una canción tradicional china: “Mòlìhuá” (pequeña flor de jazmín, en chino) y que tendrá una importancia capital en la obra con el que Puccini nos acerca, por primera vez, el que será el tema de Turandot como princesa, cuyos atributos son la solemnidad y la belleza.


Éste será el tema de Turandot y lo escucharemos transformado en diferentes orquestaciones y con diferentes resultados expresivos a lo largo de la ópera.

Estos primeros minutos de ópera que tanta música condensan conducen a una marcha de tono fúnebre que contiene un nuevo color sonoro que es el de la música del medio oriente y representa al príncipe de Persia que camina en cortejo hacia su ejecución y que será el telón de fondo para las quejas de Calaf ante la crueldad de la princesa e, inmediatamente después, una vez que la contempla, para la fascinación que en él ejerce su belleza, una belleza de otro mundo, a ojos de Calaf, de ahí su inserción es este idioma medio oriental.


Acaba Calaf extasiado por esa divina belleza, su padre le pide que la deje, que se olvide pero él no puede apartarse de la idea de

¡Vencer gloriosamente

sobre su belleza!

Vincere gloriosamente

nella sua bellezza!

lo que significa: enfrentarse a los tres enigmas.

Volviendo a la fuente literaria, es importante recalcar que nos encontramos ante una historia que pertenece al género de la ficción y de la fantasía y no de la realidad; Carlo Gozzi, el autor que recoge la leyenda oriental, se caracterizaba por su gusto por los argumentos fantásticos que recurrían a la magia y al encantamiento, justo lo contrario del estilo de Puccini que realiza malabarismos para humanizar este argumento, como este post explicará más adelante. 

Esta raíz fantástica, alegórica, simbólica, es importante para encuadrar a los tres personajes que aparecen a continuación; ellos son: Ping, Pang, Pong, tres ministros de la princesa que son como tres máscaras, tres alegorías, personajes sin función realista, encuadrados desde el humor y desde el símbolo, conectados a algunos personajes de la “Commedia dell’Arte”.  El estilo de estos personajes es burlón y grotesco, parecen burlarse de todo, por cruel que sea, y aparecen es escena por primera vez alertando a Calaf del peligro al que se va a enfrentar y lo hacen con una música burlona y fuertemente coloreada por la sonoridad oriental.


No sólo los ministros alertan a Calaf, también los fantasmas de los príncipes decapitados por Turandot


pero nada logra frenarlo, ni siquiera Liú que se arrodilla para suplicar a Calaf que no se postule para adivinar los enigmas que, si él muere y su destino se decide, su padre y ella morirán camino del exilio: Timur perderá un hijo y ella, ella perderá

« la sombra de una sonrisa»  «l'ombra d'un sorriso»

Lo cantará con el aria que define lo que será el idioma musical de Liú, un idioma ultraterreno, de otro mundo más bueno, más bello y más puro que cualquiera de los otros mundos de los personajes, Puccini le asigna una bellísima melodía “pentatónica” que dialoga con el oboe y con una cuerda que va sosteniendo acordes en la quietud, con muy poca actividad rítmica, un momento de contemplación y de belleza reveladora, espiritual.


«Signore, ascolta!

Ah, signore, ascolta!

Liù non regge più,

si spezza il cuor!

Ahimè, ahimè, quanto cammino

col tuo nome nell'anima,

col nome tuo sulle labbra!

Ma se il tuo destino,

domani sarà deciso,

noi morrem

sulla strada dell'esilio.

Ei perderà suo figlio...

io l'ombra d'un sorriso.

Liù non regge più!

Ah pietà!»


La respuesta de Calaf será de “contraste”, una de las técnicas más utilizadas por Puccini para resaltar las características de sus personajes: contraponerlos; por lo que, si Liú era una melodía delicada y evanescente, de otro mundo, Calaf es terrenal, con una melodía intensamente expresiva, asentada en una armonía menor muy marcada y emocional y acompañado de la cuerda frotada realizando un gesto que queda realzado y subrayado a base de repeticiones.

 

«Non piangere, Liù!

Se in un lontano giorno

io t'ho sorriso,

per quel sorriso,

dolce mia fanciulla,

m'ascolta: il tuo signore

sarà domani, forse, solo al mondo

Non lo lasciare,

portalo via con te!»

Partiendo de este aria del Calaf, se va a construir lo que será “el concertato”, que concluye el primer acto, un “concertato”, un “ensemble” en el que se dan cita el resto de personajes, Timur, Ping, Pang, Pong y Liú y que nos lleva directamente al final del acto en el que Calaf se alzará, por encima de todas las advertencias, gritando el nombre de Turandot, como clímax del fragmento y cierre del primer acto.


Y ¿dónde está Turandot?  Turandot es un personaje gigantesco que se construye a partir de lo que otros cantan sobre él y de lo que otros hacen bajo sus órdenes pero, para oírla cantar, ha de pasar acto y medio.

Turandot es una ópera que marcó una línea radicalmente distinta para su compositor y con la que tuvo numerosos problemas.

Pero, primero, ¿Quién era Puccini y cuál era su lugar como compositor en 1919?.  Para responder estas dos cuestiones, hay que recordar que Puccini arranca su carrera dentro del concepto del “verismo” italiano, esa corriente operística vinculada al naturalismo literario que perseguía una ópera de la verdad, una ópera conectada a la realidad, la realidad del argumento, la realidad de los sentimientos y la realidad de la dramaturgia, persiguiendo un estilo de canto fuertemente expresivo que se abriese del susurro al grito en busca de la expresión dramática del personaje.  Éste fue el punto de partida, rápidamente superado y universalizado por un Puccini siempre en busca de fórmulas musicales y dramáticas que condensasen el máximo de expresividad en el mínimo espacio de tiempo.  El estilo italiano rápidamente se le quedó corto y, dentro de su música, probó desde métodos orientales hasta estilos y técnicas provenientes de las escuelas rusa o francesa, con una forma de trabajar fuertemente afectada por un concepto de obra de arte, un concepto que, si bien no era continuador del referente wagneriano, perseguía, por todos los medios, el mismo fin, la creación de un universo dramático de gran potencia expresiva.  El crisol de aquel concepto en el que la “italianità” se fundía con otros recursos, llegaría con el trío de óperas compuestas en colaboración con Luigi Illica o Giuseppe Giascosa como libretistas: “La bohème”, “Tosca” y “Madame Butterfly”. Tras ellas, llegaron años de búsqueda en los que se aventuró a un tipo de ópera de raíz aún más cinematográfica, se podría decir, en lo que a la condensación del canto y los recursos orquestales y escénicos se refiere. “La fanciulla del West”, marcó un nuevo giro de su hacer compositivo.

Llegados a 1919, Puccini daba vueltas a otra concepción operística, una concepción que arraigase, de alguna forma, aquella tradición de la ópera italiana indiscutiblemente basada en el canto, con aquellos elementos de lo que se podría denominar la modernidad, las nuevas formas armónicas y tonales, la entrada de las nuevas músicas no occidentales como elemento sustancial de la composición, la compulsión rítmica, y aquella mezcla casi imposible, quedó inmortalizada en su Turandot.  Turandot había sido abordada, recientemente, por un contemporáneo suyo pero a Puccini esto no le importaba, él quería una Turandot que hiciese llorar al mundo, una Turandot más humana y, al mismo tiempo, una Turandot “filtrada por el cerebro moderno” y así emprendió la creación de este gran monumento que no pudo culminar porque murió en q924 con Turandot inconclusa, con el tercer acto sin finalizar.  Todo ello debido a que este argumento para el que Puccini buscaba simplicidad y color local, se complicó mucho más de lo que se esperaba, colocando al compositor en una encrucijada de la que no supo escapar. 

Pero, eso será otra historia...

Comienza el segundo acto y presenta en escena a Ping, Pang y Pong en una larga escena en la que dan rienda suelta a sus pensamientos y reflexiones como tres pintorescos filósofos que desvelan las verdades del mundo en su idioma grotesco y desenfadado; nos hablan de la China milenaria, que dormía tranquila hasta que llegó Turandot, nos hablan de la nostalgia de sus respectivos lugares de origen y nos hablan del mundo, de ese mundo lleno de locos enamorados.

«Olà, Pang! Olà, Pong!

Poichè il funesto gong

desta la reggia e desta la città,

siam pronti ad ogni evento:

se lo straniero vince,

per le nozze,

e s'egli perde,

pel seppellimento»



Pero acaban silenciándose ante la llegada del palacio de un hormigueo de estandartes, siervas y soldados, suena el gran tambor del Templo Verde mientras se aproxima a la gran plaza del palacio imperial una gran procesión de mandarines que portan tres rollos de pergaminos que contienen la solución de los enigmas de Turandot y que nos aproximan a ese gran momento de la aparición de la princesa.

Y esta colorida mezcla de músicas, nos hace llegar el himno imperial chino dibujado de muy diversas formas, desde algunas muy solemnes hasta otras con una orquestación que tiene algo de música de feria muy en la línea de la Petrushka de Stravinski, fuertemente admirada por Puccini.

Y llega el momento solemne en el que se recibe al emperador entre nubes de incienso que es aclamado por el pueblo con cantos de alabanza y ese himno nacional chino que Puccini recogió de una caja de música.

«Diecimila anni

al nostro Imperatore!

Gloria a te!»

IMPERATORE

«Un giuramento atroce mi costringe

a tener fede al fosco patto.

E il santo scettro ch'io stringo

gronda di sangue.

Basta sangue! Giovine, va'!»


El heraldo mandarín convoca de nuevo al pueblo y aparece, por fin, Turandot que comienza a cantar en un monólogo que nos trae su “raconto”, su historia pasada que da sentido a su comportamiento actual.


«In questa Reggia,

or son mill'anni e mille,

un grido disperato risonò.

E quel grido,

traverso stirpe e stirpe

que nell'anima mia si rifugiò!

Principessa Lo-u-Ling,

ava dolce e serena che regnavi

nel tuo cupo silenzio

in gioia pura,

e sfidasti inflessibile e sicura

l'aspro domino,

oggi rivivi in me!»

 FOLLA

«Fu quando il Re dei Tartari

le sette sue bandiere dispiegò.»

TURANDOT

«Pure nel tempo

che ciascun ricorda,

fu sgomento e terrore

e rombo d'armi.

Il regno vinto! Il regno vinto!

E Lo-u-Ling, la mia ava,

trascinata

da un uom come te, come te

straniero,

là nella notte atroce

dove si spense la sua fresca voce!»

FOLLA

«Da secoli ella dorme

nella sua tomba enorme.»

TURANDOT

«O Principi,

che a lunghe carovane

d'ogni parte del mondo

qui venite a gettar

la vostra sorte,

io vendico su voi, su voi,

quella purezza,

quel grido e quella morte!

Quel grido e quella morte!

Mai nessun m'avrà!

Mai nessun, nessun m'avrà!

L'orror di chi l'uccise

vivo nel cuor mi sta.

No, no! Mai nessun m'avrà!

Ah, rinasce in me l'orgoglio

di tanta purità!

Straniero! Non tentar la fortuna!

Gli enigmi sono tre,

la morte una!»

Musicalmente, su monólogo evoluciona de un estilo muy ritual y solemne, arcaico con un canto fuertemente forzado hacia el agudo, hacía una mayor subjetividad cuando habla de esa renuncia que se autoimpone

Ahí su música dará un giro hacia el estilo romántico que todos conocemos como fuertemente emocional, todo ello marcado por toques de timbal y por acentos orquestales que dan autoridad y caracteriza a cada palabra que pronuncia.

«Straniero, ascolta:

"Nella cupa notte vola

un fantasma iridescente.

Sale e spiega l'ale

sulla nera infinita umanità.

Tutto il mondo l'invoca

e tutto il mondo l'implora.

Ma il fantasma

sparisce coll'aurora

per rinascere nel cuore.

Ed ogni notte nasce

ed ogni giorno muore!"»

Llegamos al peligroso rito de enunciación por parte de la princesa Turandot dirigiéndose a un atrevido príncipe extranjero llamado Calaf que ha decidido exponerse al reto, jugándose con ello la vida.

En el primer enigma, la música es arcaica, brutal en ocasiones y nos conecta con lo ritual y lo atávico.  Turandot canta en un estilo imperativo, forzado hacia el agudo que la dibuja como un personaje distante y cruel, al tiempo que enigmático.


El segundo enigma:

«"Guizza al pari di fiamma,

e non è fiamma.

È talvolta delirio.

È febbre d'impeto e ardore!

L'inerzia lo tramuta

in un languore.

Se ti perdi o trapassi,

si raffredda.

Se sogni la conquista,

avvampa, avvampa!

Ha una voce

che trepido tu ascolti,

e del tramonto

il vivido baglior!"»



Con la misma música ritual y distante, áspera, llena de disonancias y entonada casi desde el grito, por parte de los protagonistas, llega el tercer enigma:

«"Gelo che ti dà foco

e dal tuo foco

più gelo prende!

Candida ed oscura!

Se libero ti vuol

ti fa più servo.

Se per servo t'accetta,

ti fa Re!"

Su, straniero,

ti sbianca la paura!

E ti senti perduto!

Su, straniero,

il gelo che dà foco,

che cos'è?»


Como se apuntaba supra, ésta es una ópera compleja en tanto que es una particular síntexis o encuentro entre el concepto tradicional de ópera, heredero de la cultura decimonónica y los lenguajes y formas más propios de su tiempo, de la modernidad en la que fue compuesta.  En sus pentagramas se cruzan afiladas disonancias y encuentros tímbricos en la orquesta, con un tratamiento vocal y un enfoque estructural que están más ligados al pasado.  Turandot está llena de procedimientos musicales que acercan a Puccini a otros compositores como Stravinski o Debussy, al mismo tiempo, resuenan en ella el melodismo italiano las sonoridades propias de la música tradicional china; una mezcla de elementos que no deja de tener algo de collage pero manejada con maestría cinematográfica por parte de Puccini, aprovechando cada uno de los estilos o formas sonoras de referencia para representar caracteres o posicionamientos dramáticos concretos. 
De nuevo en la plaza imperial donde el pueblo exulta y la princesa pena. 

«CALAF

Figlio del Cielo, io chiedo

d'affrontar la prova!

IMPERATORE

Fa ch'io possa morir senza portare

il peso della tua giovine vita!

CALAF

Figlio del Cielo, io chiedo

d'affrontar la prova!

IMPERATORE

Non voler, non voler

che s'empia ancor

d'orror la Reggia, il mondo.

CALAF

Figlio del Cielo, io chiedo

d'affrontar la prova!

IMPERATORE

Straniero, ebbro di morte! E sia!

Si compia il tuo destino!»

Lo hace con un amplio lamento descendente y cromático muy dolente, en términos expresivos, mientras en la orquesta se repite un mismo motivo que va cambiando de color armónico, un motivo que está trayendo algo a escena: ”el tema de Calafen el inicio de la ópera y del que ahora escuchamos la cabeza” replicando en la orquesta, recordando a ese extranjero que llegó con una música inflamada de expresividad romántica y así la princesa continúa su descenso, lamentándose ante su padre para cambiar su foco al mirar a Calaf


¡«No me mires así!

¡Tú que escarneces mi orgullo,

no me mires así!

¡No seré tuya!

¡No, no seré tuya!

¡No quiero, no quiero!

¡No, no, no seré tuya!»

«Non guardarmi così!

Tu che irridi al mio orgoglio,

non guardarmi così!

Non sarò tua!

No, no, non sarò tua!

Non voglio, non voglio!

No, no, non sarò tua!»


Sus palabras son claras pero la música nos revela otra cosa porque lo que se escucha debajo de ellas es un ascenso armónico progresivo que genera una gran tensión y que remite al lenguaje romántico y que va a culminar sobre un tema melódico que canta Turandot y que parece decir todo lo contrario.

Monólogo de Turandot estructurado ent tres partes:

 una breve plegaria a su padre.

el gran descenso del lamento con el tema del extranjero en la orquestaese gran ascenso de negación al tiempo que la música construye un discurso que parece contradecirla.



En medio de ese clímax, Calaf responde:


«No, no, princesa altiva.

¡Te quiero toda ardiente de amor!»

«No, no, Principessa altera.

Ti voglio tutta ardente d'amor!»


Y, con el mismo tema de los enigmas, con el mismo tono solemne, Calaf propone a Turandot un solo enigma, que adivine su nombre antes del alba; mientras lo dice, la orquesta deslizará un tema que se reconocerá fácilmente y que queda ahora emparentado con el nombre secreto de Calaf.

Concluye así el segundo acto, volviendo a la colectividad y al canto de la multitud postrándose a los pies del emperador.

«Tre enigmi m'hai proposto,

e tre ne sciolsi.

Uno soltanto a te ne proporrò:

il mio nome non sai.

Dimmi il mio nome.

Dimmi il mio nome

prima dell'alba,

e all'alba morirò!»



En el tercer acto, los heraldos claman:

«Così comanda Turandot:

"Questa notte

nessun dorma in Pekino!"»

Voces lejanas entonan con un gesto descendente:

«Nessun dorma!

Nessun dorma!»

Así, una vez más, de lo colectivo emerge la historia individual de un Calaf  que pasea pensativo esos cantos que escucha y así nace el que es el gran tema de esta ópera, el aria que canta a continuación Calaf

«¡Que nadie duerma!

¡Que nadie duerma!»

«Nessun dorma!

Nessun dorma!»

Pero, antes de oírla, una breve presentación. Lo primero que hay que decir es que llega después de tres minutos de introducción, una introducción muy incierta tonalmente, nuestro oído no sabe exactamente en qué tonalidad está construida la música; y ello es así porque Puccini juega a superponer tonalidades en este inicio y, cuando llega el “consonante acorde” de “sol mayor” que va a dar entrada a Calaf, se siente un cierto alivio.  Ese acorde, alternado con otro, será la base de toda la primera parte del aria, no hay más movimiento armónico en la primera sección, lo que da como un balanceo al canto de Calaf, complementado por la orquesta que presenta un motivo ascendente “color pentatótonico” que  recuerda a la sonoridad oriental ya que, en la primera sección del aria, Calaf se refiere a la frialdad de la princesa

«¡Tú también, princesa,

en tu fría estancia

miras las estrellas que tiemblan

de amor y de esperanza!

¡Mas mi misterio

se encierra en mí,

mi nombre nadie sabrá!

¡No, no, sobre tu boca lo diré,

cuando resplandezca la luz!

¡Mi beso deshará

el silencio que te hace mía!»

«Tu pure, o principessa,

nella tua fredda stanza

guardi le stelle che tremano

d'amore e di speranza!

Ma il mio mistero

è chiuso in me,

il nome mio nessun saprà!

No, no, sulla tua bocca lo dirò,

quando la luce splenderà!

Ed il mio bacio scoglierà

il silenzio che ti fa mia!»

Esta alternancia de acordes, bella pero calma, estática, simboliza a la princesa.

Y así llega la sección B...el espléndido tema

«Ma il mio mistero

è chiuso in me,

il nome mio nessun saprà!

No, no, sulla tua bocca lo dirò,

quando la luce splenderà!»

Aquí, en términos musicales, se encuentra la antítesis de lo anterior, un Calaf apasionado, con una estructura armónica muy direccional que nos conduce a un punto culminante y una melodía que funciona en progresión ascendente, evocando ese ascenso de él hacia su boa para pronunciar su nombre.  Culmina la frase allí, sobre su boca, y se cierra en esa luz que resplandecerá y que se revela en una conclusión con un acorde que lo ilumina todo.

Se repetirán después las dos secciones, con sorpresa, porque Puccini no vuelve a poner en Calaf ese tema central del aria sino que lo va a recoger, de una manera muy poética, aquel coro de voces lejanas, con un efecto tímbrico expresivo y revelador.  Por último, esos tres famosos

«Vincerò! Vincerò! Vincerò! »

que llevan a Calaf, no hasta el “ do de pecho” pero “sí” hasta un sí tremendamente acentuado y difícil de alcanzar y que llegan cuando canta

«Dilegua, o notte!

Tramontane, stelle!

Tramontane, stelle!

All'alba vincerò!

Vincerò! Vincerò!»

En “crescendo” y con una “gradación ascendente” con los que culmina Calaf su aria:


Entran Ping, Pang, Pong y en ese momento, que intentan desilusionar a Calaf, ofreciéndole todo tipo de tentaciones; desiste de hacer suya a la princesa:

Con este estilo de música de medio oriente exhiben ante él mujeres bellas, riquezas y, por último, recurren a su clemencia ya que Turandot es cruel y someterá al pueblo a tremendos males para averiguar su nombre mientras, al fondo, aparecen prisioneros Timur y la esclava Liù.

PING

Di' tu che vuoi!

Ebbe, prendi!

Guarda, son belle,

son belle fra lucenti veli!

PONG, PANG

Corpi flessuosi...

PING

Tutte ebbrezze e promesse

d'amplessi prodigiosi!

DONNE

Ah, ah! Ah, ah!

Ah, ah! Ah, ah!

CALAF

No!No!

PONG, PANG

Che vuoi?

PING, PONG, PANG

Ricchezze?

Tutti i tesori a te!

A te!... A te!... A te!»



Escuchar a estos divertidos y curiosos ministros que son Ping, Pang y Pong es una ocasión propicia para comentar algo que es estructural en la ópera: la integración de cuatro “colores” que interactúan a lo largo de la misma:

Por un lado, el color “disonante”, el que caracteriza todo lo vinculado a la crueldad de la China imperial y de la propia Turandot

 Por otro lado, el “idioma” oriental, el que recoge la sonoridad de la música tradicional china, el color de las “escalas pentatónicas” de instrumentos como el xilófono, el gong o las campanas y temas melódicos concretos que Puccini extrajo, principalmente, de dos fuentes: de un libro y de una caja de música.

Un color que no aparece muy reconocible: el color medio oriental que se conecta, por ejemplo, al príncipe persa cuando es ejecutado.

    el color romántico, el color que más emocionaba a los contemporáneos de Puccini y al público actual, el color de “ Nessum dorma” y que Puccini identifica, sobre todo, con Calaf y que, en algunos momentos, mezcla en Liù con otros colores orientales.

Se oye de nuevo aquí el tema romántico del pricipio de la ópera en el que el encuentro ce Calaf con su padre y la esclava Liù, vuelve a asomar ahora porque, como se ha dicho, Liù y Timur son conducidos ante Turandot para ser torturados hasta que confiesen el nombre del príncipe, poco a poco aparece el “color” disonante asociado a la tortura y la violencia y que se funde con este otro “color” romántico. 

Liù soporta la tortura imperturbablemente, haciendo que Turandot, maravillada, le pregunte en un color que no es el suyo, más propio del color de Liù

«¿Quién puso tanta fuerza

en tu corazón?»

«Chi pose tanta forza

nel tuo core?»

y, en un momento sublime musicalmente, Liù responde:

«Princesa, ¡el amor!»

«Principessa, l'amore!»

Arranca aquí un solo de violín con una melodía quebrada que va a caer con suavidad en los labios de Liù, con las palabras

 «Tanto amor secreto, e inconfesado,

tan grande, que estos tormentos

son dulces para mí,

porque los ofrezco a mi señor...

Porque callando, yo le doy,

le doy tu amor...

Te hago suya, princesa,

¡y lo pierdo todo!

¡Y lo pierdo todo!

¡Incluso la esperanza imposible!

¡Atadme! ¡Torturadme!

¡Dadme tormentos y dolores!

¡Ah! ¡Como ofrenda suprema

de mi amor!»

«Tanto amore segreto, e inconfessato,

grande così che questi strazi

son dolcezze per me

perchè ne faccio dono

al mio Signore...

Perchè, tacendo, io gli do,

gli do il tuo amore...

Te gli do, Principessa,

e perdo tutto! E perdo tutto!

Persino l'impossibile speranza!

Legatemi! Straziatemi!

Tormenti e spasimi date a me!

Ah! Come offerta suprema

del mio amore!»

Antes de oírla, recomendar que se preste atención al color oriental con que la canta, con una melodía pentatónica pero tratada armónicamente desde la orquesta de forma tonal, como si fuese la suma de dos colores, el romántico y el oriental; como se recordará, es algo que hace Puccini en varios momentos de la ópera.



La expresividad de Liù tiene un color musical propio, como se apuntaba poco antes, de una oscuridad y suavidad únicas y fuertemente contrastado por el estilo de Turandot.  La estrategia del contraste es un poderoso medio con el que Puccini caracteriza a los personajes dentro de sus óperas.

 Liù ya no resiste la tortura, se sitúa ante Turando y canta con un dolente canto arrastrado, íntimo, con un color medio oriental, con un estilo de música del desierto, que se impone cada vez más en escena y es recogido por la orquesta para convertirlo en una impresionante marcha fúnebre que se alza pareja a la marcha fúnebre del primer acto ante el príncipe persa y que funciona esta vez como escenario del lamento del resto de personajes; hasta Ping, Pang y pong se sentirán conmovidos, por una vez en la ópera, por la muerte de liû que es la verdadera heroína, desde luego, de esta obra:



Timur, el más afectado por su muerte, tendrá un “cantabile”:



Liù es un personaje que no aparecía en la fábula de Gozzi, fue creado por Puccini para dotar a la obra de una mayor humanidad ya que tanto Calaf como Turandot son criaturas de cuento: el héroe puro y la princesa distante pero Liù es la verdadera heroína pucciniana de esta ópera, el personaje con el que el compositor se vinculó emocionalmente, quizá en la muerte de Liù se encuentre la razón de que Puccini se sintiese incapaz de concluir esta ópera; tras escribir la escena de su muerte, fue incapaz de componer nada durante más de un año.  Tras varios intentos infructuosos, a Puccini le diagnostican un cáncer de garganta con un pronóstico preocupante, su muerte llega pocos meses después.

 Hay quienes ven en la frase de Pang:

«Esa muchacha muerta... pesa en mi corazón

como una piedra!»

«Quella fanciulla spenta... pesa sopra il mio cuor

come un macigno!»

un lamento personal por el suicidio de Doria Manfredi, joven sirvienta de 23 años, que fue acusada por la esposa de Puccini de haber mantenido relaciones con su marido, Doria servía en su casa y, ante el despido y las injurias en un entorno cerrado, so soportó la presión y se quitó la vida.  Tras la autopsia, se revelaron falsas las acusaciones y la familia denunció a los Puccini siendo la esposa condenada, aunque todo se arregló con dinero y la esposa no tuvo que ir a la cárcel.

De ahí que no sea extraño pensar que, tras ese recuerdo esté esa Liù inocente que se autoinmola escondiendo un nombre ya que Doria murió escondiendo el nombre de su prima Giulia la auténtica amante de Puccini, como se descubrió años más tarde, al encontrarse una maleta con las cartas que intercambiaron los actores de este trágico drama.

Muerto el compositor, completó el final Franco Alfano, con los fragmentos poco inspirados que había dejado  Puccini.

Poco inspirada también es la idea de poner un dúo de amor justo después de asistir a  la muerte del personaje más querido y más humano de la ópera.  Esto deja huella en el dúo que, más que un dúo de amor, comienza siendo un dúo de guerra, nótese cómo se dirige Calaf, doblado por el “viento metal”, a Turandot:



Con una melodía disonante interrumpe Turandot pero Calaf continúa su discurso romántico y no se hace esperar el tema en el que ella, en su aria “In questa reggia”, conduce el dúo hasta la culminación con un beso catárquico.



Nota Bene: poco inspirado y estridente acompañamiento de la orquesta a ese beso, enfundado con un fuerte golpe en la percusión.

Como si, tras ese beso, se hubiese liberado una maldición, la princesa parece despertar, como en otro estado y Calaf se entrega al canto de una ensoñación muy sensual, una música llena de arabescos del coro femenino que derrite poco a poco a la princesa:



Así, el tema que fue de los enigmas sonará para ellos junto con unas fanfarrias que llegan al máximo de tensión y, Turandot, ante un pueblo que exige el nombre, contestará:



Calaf sube las escaleras, abraza a Turandot y aquella mujer fatal que rendía honor a la memoria de su abuela se permite amar al príncipe Calaf...



Y final feliz para la historia que a todos nos excede y que resulta ya un poco hollywoodiense cuando aún queda por oír un coro entonando a pleno pulmón “Nessum dorma”


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Características de los vídeos de este post:

    Director musical :Zubin Mehta

       Puesta en escena: Zhang Yimou

       Año: 1999

       Turandot: Giovanna Casolla, soprano

       Calaf: Sergei Larin, tenor